Wenceslao Casares, un exitoso emprendedor argentino, ha dicho: “Yo pierdo la pasión varias veces por día. Es la verdad, es lo más difícil de esto. Para mí lo más difícil de emprender es comerte todos los palos que tenés que comerte, porque momentos buenísimos hay, cúantos? Pocos por año, y el resto son puros palos, te vas a dormir preocupado. Para mí eso es lo más difícil de emprender, comerte el roller coaster emocional, que en general es para abajo, la gente lo niega, pero en general estás preocupado”.
El aspecto emocional en el desarrollo de los negocios es determinante. Simplemente porque los negocios los llevan adelante personas. Lo mismo ocurre con los vínculos que se generan alrrededor de esos negocios, ya sea un start-up, una mega adquisición o fusión, o simplemente invertir en un proyecto común.
Desde el momento en que se toma la decisión de llevar adelante un negocio de manera conjunta con otras personas, es imprescindible que todos sean conscientes que el proceso de creación y desarrollo será dinámico y enriquecedor, pero sobre todo desafiante, provocador y por momentos frustrante.
Por ello, es crucial que se establezcan acuerdos previos de “convivencia” asociativa, buscando generar “un todo que trascienda” sus intereses individuales. Ya sea en un formato tradicional de acuerdo de accionistas, o en un menos pretensioso memorandum de entendimiento. Lo importante no será la forma sino el contenido y, más aún, el proceso que lo decante.
Además de los aspectos jurídicos propios de este tipo de acuerdos (como lo son la regulación de derechos y obligaciones de cada parte; la forma en que se adoptarán decisiones especiales o se repartirá la rentabilidad -y la pérdida- del negocio; la manera de resolver eventuales e inevitables diferencias; o las modificaciones futuras en las tenencias accionarias), considero muy importante que se logren acuerdos básicos más profundos que surjan de responder a tres preguntas simples: ¿Qué haremos? ¿Cómo? y ¿Hasta cuando?
Parece una obviedad sostener la importancia de una mirada común sobre el negocio a desarrollar. Sin embargo, es común ver que los matices iniciales sobre el “que haremos” se transforman en diferencias irreconcibiables a medida que el negocio avanza. Por ello, invertir tiempo y análisis en definir oportuna y claramente cual es el negocio común será clave para economizar en conflictos y transitar con cierto éxito el proceso inicial.
A la vez, definir de que manera se llevará adelante la vida en común ayudará a mejorar y solidificar los vínculos entre los socios, permitiéndoles preveer alternativas frente a los desafíos que irán surgiendo durante el proceso. Pensar en el “cómo” ayuda a establecer valores comunes que ante situaciones de crisis servirán de puerto seguro al cual volver para tomar decisiones difíciles y trascendentales para la continuidad del proyecto.
Por último, aceptar de antemano que todo proceso tiene un ciclo posible de vida les permitirá a los socios desarrollar mecanismos dinámicos de adaptabilidad, reconversión y eventual “salida”, buscando siempre proteger el valor común y los intereses individuales, como así también los no menos importantes vínculos personales. Saber reconocer el “hasta cuando” ayudará a resolver diferencias antes que se transformen en conflictos irreconciliables.
Ejercicios de este tipo ayudarán a los socios a pensarse (y pensar el negocio común) de una manera integral, dinámica y humana. Después de todo un negocio asociativo está formado por personas, con los desafíos que ello trae aparejado.